20/4/18

El don

Sin darnos cuenta, nos fue concedido el don de matar con la mente. En cuestión de minutos, miles de famosos perdieron la vida, pues siempre había un montón de individuos resentidos y amargados deseando que sus congéneres más exitosos se fuesen a dormir el sueño eterno.

Al principio, nadie entendió lo que ocurría, pero entonces algunos se pararon a pensar. “Joder, el presidente ha muerto más o menos cuando yo...”. De entre esos primeros ejecutores, unos pocos decidieron probar de nuevo. Desearon la muerte de sus jefes, vecinos o exparejas, y sus jefes, vecinos o exparejas cayeron fulminados.

Al menos, en mi caso fue algo así.

Enseguida me di cuenta de que otras personas también poseían el don, por lo que deseé con todas mis fuerzas que la humanidad entera falleciese. Por desgracia, la cosa no funcionaba de ese modo; había que pensar en individuos concretos, de uno en uno. Descubrí que no era necesario conocer a las víctimas, que bastaba con tener una imagen mental de su rostro, así que, después de dar cuenta de mis conocidos, me puse a recorrer perfiles de Facebook e Instagram durante horas, hasta que Internet dejó de funcionar.

Ahora tampoco hay electricidad ni se oye ningún ruido allá afuera. Estoy vivo, gracias a Dios, pero no me atrevo a salir de casa por si alguien me descubre antes de que yo lo descubra a él.